“Caminar juntos, sostenidos por el Señor”: Mons. Sergio Pérez de Arce a un año de su llegada a Concepción
“Caminar juntos, sostenidos por el Señor”: Mons. Sergio Pérez de Arce a un año de su llegada a Concepción

Reflexiona sobre su primer año como Arzobispo, los desafíos pastorales asumidos y los signos de esperanza que percibe en la Iglesia de Concepción.

El 6 de julio de 2024, Mons. Sergio Pérez de Arce asumió oficialmente como Arzobispo de Concepción. Doce meses después, su estilo cercano y pastoral ha comenzado a dar nuevos pasos en el caminar arquidiocesano. En entrevista con Revista Nuestra Iglesia, reflexiona sobre lo vivido, los desafíos encontrados, las luces de esperanza que ha descubierto en las comunidades, y las prioridades que vislumbra para el futuro pastoral de la Iglesia local.

1. Monseñor, ¿Cómo describiría este tiempo de servicio episcopal y cuáles han sido los principales desafíos que ha debido asumir?

Como todo primer tiempo, ha sido un período para conocer la vida pastoral de la diócesis en su diversidad, riqueza y desafíos. Falta mucho todavía, recién me asomo. A la vez, ha habido que ir animando, marcando cierta dirección que nos permita crecer en la experiencia de caminar juntos. En este sentido, diría que lo más fundamental, donde hemos puesto especial empeño, ha sido iniciar una nueva estructura en la Vicaría Pastoral y un nuevo esfuerzo por fortalecer la comunión del presbiterio. Estamos todavía en los primeros pasos. Junto a eso, muchas otras tareas: cuestiones de orden administrativo, penal o jurídico, formativo y, lo más hermoso, compartir con las comunidades Eucaristías, la celebración del sacramento de la Confirmación, aniversarios y otras expresiones de fe y de piedad popular, que tienen mucha presencia en nuestra región.

2. ¿Qué alegrías y dificultades va encontrando en este camino?

Alegrías, muchas. Hay gente generosa que se entrega de corazón en la misión; hay, en general, un clima fraterno en nuestras comunidades; numerosas expresiones de solidaridad, como comedores, visitas a enfermos, apoyo a familias vulnerables, preocupación por los ancianos; experiencias formativas y de crecimiento espiritual.

Las dificultades son las mismas que enfrentan nuestras comunidades: nos hemos ido envejeciendo, nos falta llegar con el Evangelio a más niños y jóvenes, necesitamos más compromiso de otros fieles, a veces nos vamos desencantando… Pero creo que lo importante es no quejarnos, sino darnos cuenta de que estamos en otro contexto cultural. El desafío es enfrentar la misión no como quisiéramos que fuera o como fue antes, sino como es hoy, con sus fortalezas y debilidades. Y gozar de los dones que el Espíritu suscita entre nosotros: la fidelidad de tantos mayores, las bonitas liturgias, la fe expresada en las fiestas religiosas, los niños y jóvenes que viven bien su catequesis, los arreglos que podemos hacer en nuestros templos y capillas, etc.

3. La sinodalidad ha sido un eje en la vida de la Iglesia en los últimos años. ¿Cómo ve hoy a la Iglesia de Concepción avanzando en ese camino?

La sinodalidad no es algo nuevo en nuestra Iglesia en Chile. Venimos de una historia de harta participación y compromiso laical. El desafío es seguir avanzando y cuidarnos de ese clericalismo que centra demasiado las cosas en el sacerdote y no nos hace corresponsables en la marcha de la comunidad y en la misión.

La sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, y en ese camino estamos y queremos estar. Es algo constante, no tarea para un día o un tiempo corto. Que los consejos funcionen, que crezcamos en transparencia, que formemos equipos. Falta mucho por avanzar, pero veo buena disposición, y la Iglesia universal nos va a seguir empujando.

4. ¿Qué signos de esperanza ha percibido, especialmente en el contexto del Jubileo 2025 que estamos viviendo como Iglesia?

Estamos justo a mitad del Año Jubilar y he visto más participación e iniciativa de la que esperaba, porque han sido numerosas las parroquias, movimientos y comunidades que han hecho procesiones, visitas a templos jubilares y se han alimentado de los dones de gracia que nos ofrece el Jubileo. Sin duda que esta participación continuará el segundo semestre.

Creo que lo importante es que el Jubileo nos renueve en la esperanza, como nos señaló el Papa Francisco. Y la esperanza es personal y social. Tenemos que crecer en el deseo de Dios, en la comunión con Él, y también en una esperanza activa que nos comprometa en la edificación de esos cielos nuevos y esa tierra nueva que Dios nos promete. Todavía podemos crecer en solidaridad, en implicación con caminos de paz y justicia, para que el Jubileo llegue con su perdón y misericordia a los más pobres y marginados.

5. Este primer año de servicio ha coincidido con la elección del Papa León XIV. ¿Qué significado ha tenido para usted la llegada de un nuevo Sucesor de Pedro?

En esos días de elección del Papa yo estaba tranquilo, pensaba que no podía venir alguien muy distinto en sus orientaciones a Francisco, porque en los Papas de las últimas décadas siempre ha primado la continuidad, más allá de las diferencias en los estilos y personalidades.

Y Dios nos ha regalado en León un muy buen pastor: sencillo, hombre de comunión, muy estrechamente unido a nuestra Iglesia latinoamericana, con un corazón abierto a todos los pueblos, cercano a los pobres y sensible a los desafíos de la justicia en el mundo. El Papa es realmente un signo de comunión, nos ayuda a sentirnos hermanos en la Iglesia y nos confirma en la fe marcándonos un horizonte por el cual transitar. Así que, llenos el corazón de gratitud por Francisco, nos abrimos con alegría a la guía de León XIV.

6. Mirando hacia adelante, ¿Cuáles cree usted que son las prioridades para el caminar pastoral de la Arquidiócesis?

Este año hemos estado con cuatro acentos: la renovación de la catequesis, el Jubileo, avanzar en sinodalidad y la cultura del cuidado. Y cada tiempo nos va a ir pidiendo sus prioridades. Creo que hacia adelante no podemos obviar el desafío que para la misión tienen los jóvenes, los niños y el primer anuncio del Evangelio. Para esto necesitamos agentes pastorales que puedan trabajar en esta misión. Hay hermanos que son una joya en nuestras comunidades por su entrega, su creatividad y su formación, pero necesitamos más agentes como ellos, que puedan abordar una misión que es desafiante y requiere nuevos modos.

También está el desafío vocacional, que va de la mano del trabajo entre los jóvenes. Y, por supuesto, que nuestras comunidades sean una Iglesia viva y generosa. No pretendo que todos sean cristianos —aunque hay que anunciar el Evangelio a todos—, pero sí espero que haya comunidades que sean brotes de vida nueva, testimonio del Evangelio en medio del mundo.

7. ¿Qué mensaje le gustaría compartir con los fieles en este aniversario de su servicio episcopal en Concepción?

Muchas gracias por la acogida… y “perdonen lo poco”, jajaja. Y lo digo en serio, en el sentido de que yo no voy a solucionar todos los problemas que tenemos como Iglesia ni voy a tener una respuesta para todos los desafíos.

Lo que estamos llamados a hacer es caminar juntos, discernir los llamados del Espíritu y ponernos a trabajar como hermanos en la fe, con perseverancia, con espíritu de conversión, sostenidos por el Señor. Que optemos siempre por la comunión, por el trabajo en equipo: los sacerdotes, los diáconos, las capillas, las parroquias, los colegios… comunión. Que seamos fraternos, que la pasemos bien juntos en torno a Jesús, y que expresemos nuestra fe ayudando a cuidar a los frágiles, saliendo al encuentro de Cristo en los pobres.

Fuente: Revista Nuestra Iglesia
Concepción, 10 de Julio, 2025
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